La Pincelada

  En el famoso barrio sevillano de la Alfalfa, muy cerca de uno de sus locales de copas más famosos, el "Cabo Loco", concretamente en la calle Pérez Galdós, hay un restaurante de vanguardia en el que puedes comprar un cuadro entre tapa y plato. Hoy hablamos sobre "La Pincelada".

  No es algo habitual encontrar precisamente en ésta zona de la capital hispalense, conocida por sus bares de copas y chupitos, un restaurante de estilo moderno y elegante como éste. Antes de entrar ya puedes hacerte una idea de cómo es el restaurante gracias al curioso cartel que anuncia a "La Pincelada" bajo el título de "Gastrobar" junto a un logo un tanto peculiar. Una vez dentro el local te muestra su decoración, que debido al edificio en el que está ubicado, es una fusión entre la tradición y lo contemporáneo: mobiliario simplista de colores claros, una luz ambiental tenue, cuadros a la venta por todas partes, música moderna y variada, mesas bajas más elegantes para comer sentado, y típicas rejas sevillanas, una carta que incluye desde platos vanguardistas y exóticos como las bolsitas de gambas y puerro o el tataki de atún, hasta recetas más tradicionales como el revuelto de ibéricos con salmorejo o el bacalao al pil-pil... Por otra parte, el ambiente es muy agradable, da la sensación de que estás comiendo en medio de una exposición (no opinaré sobre la calidad de los cuadros), y el servicio es eficiente, atento y simpático, aunque me dio la sensación que se fueron ellos mismo a Cádiz a pescar las gambas del tiempo que tardaron en servir los platos. Además si te gusta el vino en abundancia, por 2,75€ te ponen una tapa de bravas, que ahora comentaré, junto a un "copón" (como el as de copas) repleto de vino capaz de inundar el local si se derrama su contenido. Recopilando, "La Pincelada" es un restaurante de estilo moderno y vanguardista donde puedes echar un rato muy agradable, pero el lenguaje que emplean en la carta ("fusión de pinceladas" o "el mar de pinceladas"), el intento de galería exclusiva y el epíteto que le otorga el cartel de la entrada hacen de éste un restaurante que pretende mucho más de lo que consigue. Dejando atrás las banalidades pasemos a lo verdaderamente importante: las patatas bravas.

  Tal y como se puede observar en la foto (no sé por que aparece como una nebulosa borrosa en todas las fotos que tomé) las patatas las sirven cortadas a la manera tradicional, en gajos o cachelos, bien fritas por fuera y realmente blandas y suaves por dentro. En lo que a las patatas concierne la receta era magnífica. Sin embargo, no ocurre lo mismo con las salsas. En "La Pincelada" van más allá del concepto dos salsas de "ketchup y mayonesa", y sirven las patatas acompañadas con dos vasitos de salsa, uno de ellos con una especie de ali-oli al comino, y otra parecida a la salsa rosa. Al catar la primera patata bañada en salsa lo primero que se me pasó por la cabeza era que se habían equivocado, y que me habían echado la salsa rosa de la ensalada a mi y la salsa brava en la ensalada de un pobre cliente, pero al parecer es que la receta es así. Igual deberían hacer una visita a "Er Más Bar", y hacer una súper mezcla con sus salsas y así hallar el punto medio entre el fuego infernal y la carencia de gracia y de sabor. Ya lo decía Aristóteles, la virtud está en el punto medio. Creo que estoy empezando a comprender por qué te sirven una buena copa de vino antes de traerte las bravas: no hay persona en su sano juicio o en estado de sobriedad que sea capaz de llamar a ésto "patatas bravas".

  En definitiva, tal y como ya he dicho, "La Pincelada" es un sitio moderno, agradable y tal, con buenos y trabajados platos de presentación impactante (quizás más lograda que los cuadros que adornan el restaurante) y gran sabor. Pero en lo que a las patatas bravas (o mejor dicho patatas sosas) concierne, éste bar no vale un duro. Así que ya saben, si pasan por la Alfalfa, antes de tomarse un chupito pásense por "La Pincelada" y pidan cualquier cosa menos las patatas bravas.

Resumen:

  Nombre y Localización: La Pincelada. Calle Pérez Galdós 20, Sevilla.

  Valoración del Restaurante: Buena.

  Versión de las Bravas: "Dos Salsas".

  Valoración y Precio de las Bravas: Mala. 2'75€ con Copa de Vino.

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En La Espero Te Esquina


  En la sevillana calle Corral del Rey, entre las iglesias de San Isidoro y San Nicolás, se encuentra "En la espero te esquina". Sí, han leído bien, ese es el nombre de este bar que hoy nos ocupa. Nada más entrar uno encuentra una alargada barra insertada en un pasillo no muy ancho, cuyas paredes están llenas de fotografías y carteles de Semana Santa, así como también algunas maquetas de pasos y palios. El bar presume de su "mantecao de pringá", una suerte de montadito a lo grande, con solomillo al whisky y patatas fritas en su interior, pero también tiene una amplia carta de tapas, pepitos y montaditos, así cómo platos que no se encuentran en dicha carta, siendo recomendable echar un ojo al mostrador de la barra o a tapas de temporada, como por ejemplo, los caracoles o el salmorejo, que ya empezaban a verse en el momento que visitamos el lugar. No obstante, hoy nos ocuparemos de las patatas bravas, como es costumbre en este blog.

  Las patatas estaban cortadas adecuadamente, en los tradicionales cachelos. Si bien estaban fritas, algo más de consistencia en su interior no le habrían ido nada mal. No obstante, esto no iba del todo mal con las salsas que las acompañaban. Efectivamente, salsas, en plural, porque aquí nos sirven, como es costumbre en muchos negocios de esta ciudad, la versión dos salsas de las bravas. La salsa principal quizá fuese algo floja, le vendría bien más fuerza, tanto en sabor como en pique, aunque al final del plato uno no puede resistirse a pasear las patatas a lo largo del plato para rebañar, lo cual sería difícil de hacer si fuera mucho más picante. A ello también colabora la mayonesa que la acompaña, mucho más espesa pero bastante suave, lo cual le va bastante bien al plato (para ser una versión dos salsas). La tapa de bravas es abundante, de precio razonable, aunque también se dispone de una ración por algo más.

  En definitiva, si entre la amplia oferta sevillana de restauración se decantan por este negocio de nombre disléxico, un buen acompañamiento a las demás tapas pueden ser las bravas, pero sin duda no son las bravas motivo de peregrinación a este local.

  Por @JeM_4

Bar Salomón, El Rey de los Pinchitos

  Dos locales mas allá del "restaurante" (por llamarlo de alguna manera) de la última entrada del blog, cerca de la plaza San Martín de Porres, concretamente al final de la calle López de Gomara, hay un bar de renombre aquí en Sevilla. Famoso por sus pinchitos, éste bar no podría llamarse de otra manera que "Bar Salomón - El Rey de los Pinchitos".

  Entre una larga hilera de locales del sector de la restauración, la mayoría humildes tascas de barrio, encontramos un bar pequeñito anunciado por un letrero amarronado. Las dimensiones del bar son muy pequeñas, alrededor de una decena de mesas en la calle y otras cinco dentro del local, que apenas medirá más de diez metros cuadrados. La decoración no tiene nada que ver con los típicos bares trianeros: paredes lisas sin apenas decoración (exceptuando unos cuantos azulejos que sugieren platos algunos de la cocina al cliente), un agradecido aire acondicionado, una pequeña barra, mobiliario moderno y ciertos platos a la vista, como tortilla, aceitunas, o sus famosos pimientos de padrón. También es digno de agradecer el buen trato de los camareros, que aún siendo un poco "guasones" hacen su trabajo con rapidez y eficacia. La carta (que verdaderamente no es necesaria, ya que puedes saber qué es lo que mejor preparan con tal de echarle un vistazo a la pared) contiene las típicas recetas de bar sevillano: montaditos, solomillo con diferentes salsas, mucho pescado (boquerones en vinagre, bonito, bacalao...), berenjenas fritas con miel, ternera con pasas y almendras... de las cuales caben destacar los pinchos morunos. Y es que el epíteto de este bar, "El Rey de los Pinchitos" es muy merecido. A diferencia de otros bares, en el "Bar Salomón" hacen los pinchitos totalmente limpios a la brasa y no a la plancha, aderezados generosamente con la mezcla que hacen ellos, y que da como resultado un buen plato cuyo sabor evoca Marruecos. Pero éste blog no está dedicado a los pinchitos, así que vamos al quid de la cuestión:

  En "Bar Salomón" preparan sus bravas (o "papas bravas", como ellos las llaman) con una única salsa. Poco misterio hay en freír unas patatas, hay quien las cuece antes de freírlas  mientras que otros prefieren hacerlas a fuego lento en el aceite. Pues bien, no sé cómo las harán en éste bar, pero desde luego estaban muy buenas, bien doradas por fuera y completamente suaves y blandas al tacto por dentro. Aunque las patatas ya de por sí están muy buenas, es la salsa lo que le da la fama a este bar, y es que sirven las "papas" con una original salsa anaranjada suave de picante y bastante especiada. No sabría decir qué más lleva a parte de ajo y cominos enteros, pero a diferencia de lo común parece que la base de la salsa es de verduras, en lugar de caldo o vino, y sin embargo no sabe a puré de verduras (como pasa en el restaurante "Levies", por ejemplo).

  Concluyendo, la fama del "Bar Salomón" no es inmerecida: buen trato, muy buenos precios, buena comida y ambiente agradable. Y si algún día pasan cerca del mercado de San Gonzalo con ganas de un  buen plato de bravas con un toque a especias, o de un pincho moruno verdadero, no lo duden y entren en "El Rey de los Pinchitos".

Resumen:

  Nombre y Localización: Bar Salomón El Rey de los Pinchitos. Calle López de Gomara 11, Sevilla.

  Valoración del Restaurante: Buena.

  Versión de las Bravas: Una Salsa.

  Valoración de las Bravas: Muy Buena.

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Er Más Bar

  Aquí comienza la crítica a uno de los bares que nunca podré olvidar. ¿Por qué? a continuación van a leer el motivo:

  Al principio de la trianera calle López de Gomara, muy cerca del mercado de San Gonzalo, hay una zona repleta de bares (entre los cuales se encuentra el famoso "Bar Salomón, el Rey de los Pinchitos"), mejores y peores, más modernos o tradicionales. Y quiso el destino ese día, de entre todos los bares que hay, que solamente "Er Más Bar" permaneciera abierto y yo entrara en él.
  Un llamativo cartel rojo chillón, perceptible a cientos de metros, con el curioso nombre estampado en blanco nos presenta este pintoresco negocio. Al entrar te da la sensación de que vas a comer en un bar que antaño fue algo más: decoración muy tradicional (vírgenes, azulejos y cuadros por todas partes), espacioso (aunque penosamente distribuido), con una televisión de pantalla plana (ahora dañada por un golpe), mobiliario de madera... y cierto sabor en el ambiente. En cuanto a la carta, hay una parte más típica con los platos más comunes (todos sabemos cuáles) y otra que parece más de un restaurante de comida rápida, repleta de coloridas letras que indican los menús que sirven. Pero quiso el paso inexorable del tiempo que este bar se haya venido a menos, resultando uno de los peores negocios de restauración a los que haya ido en la vida.

  Puedes sentarte en una mesa, o en la barra, que pasarán los minutos y nadie te atenderá, ya que la camarera (que habla de una forma ininteligible) disfruta de su tiempo de trabajo discutiendo a voces con el que parece el propietario sobre Dios sabe qué. Cuando ya te hartas y te levantas por fin te apuntan las patatas bravas, de forma desganada y en ese idioma propio, y el único motivo que te queda para no irte es el hambre. Tras un rato te traen una gran cesta con tenedores (¡sorpresa!) sin pan ni picos ni nada parecido. Y por fin desde la cocina, y con una conversación a gritos como banda sonora, llega el plato que has pedido.

  Una vez te "tiran" el plato sobre la mesa compruebas que la ración que preparan tiene las patatas cortadas de la manera típica (en cachelos) y una única salsa anaranjada y de textura sospechosa como cubierta, que ahora me encargaré de describir. No llevo mucho tiempo con este blog, pero es cierto que ya he ido a un buen número de restaurantes de todas partes de España (la mayoría por un motivo u otro no tienen crítica), y he probado tantas variantes de la receta como bares hay, pero hasta éste día no había probado nada igual. Y es que, esta simple salsa anaranjada, parece un extracto de la esencia del mismo infierno. No es que fuera picante, es que una patata acompañada de este castigo anaranjado te priva de saliva en toda la boca durante cinco minutos, te enrojece los labios y sus alrededores, te diluye la mucosa que llevaba en tus fosas nasales desde tu última gripe, te hace llorar, y hasta te provoca un terrible dolor de estómago y una sinfonía de borborigmos digna del peor compositor. Y os aseguro que no exagero.

  No sé cómo sería antes éste local, pero ahora no vale (por atención al cliente, por su comida, por el ambiente y muchas otras razones) absolutamente nada. No sé qué llevaría la salsa, no sé si la preparan ellos,  si la compran en Mercadona o la importan desde el averno, no sé si será legal ese picante, ni sé si sanidad ha visitado alguna vez "Er Más Bar", pero quien no va a volver nunca jamás (y resalto que nadie debería hacerlo), soy yo.

Resumen:

  Nombre y Localización: Er Más Bar. Calle López de Gomara 15, Sevilla.

  Valoración del Restaurante: Mala.

  Versión de las Bravas: Una Salsa.

  Valoración de las Bravas: Muy Mala.

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